Hoy es el turno del musicoterapeuta Jorge Zain.
Lamusicoterapia.com en Buenos Aires.
En primer lugar, ¿por qué no nos cuentas un poquito quién eres, de dónde eres y dónde vives actualmente?
Nací en la Ciudad de Buenos Aires, en julio de 1977. Soy el segundo de cuatro hermanos, y he tenido una niñez de la que guardo muy lindos recuerdos, de los cuales la música ocupa un lugar esencial. En el salón de la casa donde vivíamos había un piano. Yo tenía cuatro años y me fascinaba pasar mucho tiempo percutiendo sus teclas e improvisando piezas que no tenían mucho que desearle a la música contemporánea. Mi padre tenía en la pieza de al lado un escritorio donde escribía, con su antigua máquina Olivetti, sus notas periodísticas y libros. Recuerdo los “chac-chac-chac” que resonaban, y algunas carcajadas indicadoras de muchísimo goce en determinado párrafo. A veces mis composiciones no eran auditivamente muy compatibles con su trabajo, razón por la cual tuve que moderar mis horas de práctica.
Hoy soy padre de dos hijos, amante de la vida en familia, de la amistad, de las conversaciones profundas, de la contemplación. No soy pianista, pero si hay algo que heredé es el trabajo apasionado. Disfruto mucho de mi trabajo.
¿Qué papel juega la música en tu vida?
Desde los seis años de edad tuve bandas con grupos de amigos. Componía temas, escribía letras, cantaba, tocaba instrumentos. Siempre estuve vinculado con esa magia que se genera cuando uno está inspirado. De niño escribía sobre cosas de niños; de adolescente, sobre cosas de adolescentes; y entrando ya en la adultez, descubrí los cuentos de la tradición oral, y fueron mi fuente de inspiración. Descubrí mi instrumento, que es la flauta ney, con la que pasaba muchas horas contemplando cada nota. Era una forma de meditar y a su vez, de aprender a respirar.
Hoy no escucho mucha música comercial.
Soy más bien amante del silencio, de la música que ofrece el viento, los pájaros, la lluvia, pero también el tránsito, los sonidos de la calle, la gente, los motores, los movimientos de las ventanas, las carpinterías, los caños de agua.
Hace unos años yo era un obsesivo del sonido y el mínimo ruido me quitaba el sueño. Hoy estoy aprendiendo a decidir hacia dónde mi mente se focaliza, y uno de mis descubrimientos es que al desarrollar la escucha, uno toma lo que su percepción le permite y “compone su propia música”. Los conflictos emocionales, preocupaciones de cualquier índole, ruido mental y aturdimientos, tensiones, condicionamientos sociales y juicios de valor, son como velos que esconden las expresiones más bellas del ser humano. Cuando la percepción está así velada, uno deja de ser el dueño de sus composiciones.
¿Cómo llegas al mundo de la música como terapia?
Hay muchas anécdotas que siempre cuento acerca de esas “casualidades” que me llevaron a estudiar esta hermosa disciplina, la musicoterapia. Hay sin embargo una que nunca conté. Durante la crisis financiera que hubo en la Argentina a comienzos de este siglo, yo ya estaba muy enganchado con los cuentos de la tradición oral y buscando mi lugar en este mundo, estaba leyendo un libro de Omar Ali Shah, titulado “Sufismo como terapia”. Era una recopilación de charlas que este gran maestro sufí tuvo en reiteradas ocasiones, durante mas de veinte años, con sus discípulos occidentales que ejercían alguna profesión ligada a la salud. En una de ellas, refirió que una de las principales formas de curación conocidas entre los sufíes consistía en el uso del rezo, la música y los aceites esenciales. Este maestro se caracterizaba, entre otras cosas, por no dar demasiada información ni dejar a nadie el plato servido, con lo cual el discípulo debía investigar. Esto me interesó profundamente y, cuando se dieron las circunstancias correctas, comencé a estudiar musicoterapia. Allí comenzó un viaje de ida.
¿Dónde te formaste como musicoterapeuta?
Me formé en la Universidad de Buenos Aires. Fueron seis años de estudio, entre las materias, las pasantías y la tesis.
¿Qué otra formación has realizado para complementar tu carrera?
Además de haberme formado con referentes musicoterapeutas de la Argentina, he realizado, desde el año 2003, diferentes experiencias con cuencos tibetanos, en ambientes no académicos. Allí me enteré de que existían formaciones no reguladas en terapia de sonido, que se daban por fuera de las aulas de la Universidad. Esto me resultó siempre muy paradójico y me llamó poderosamente la atención. ¿Cómo es posible – pensaba – que la terapia de sonido y la musicoterapia sean cosas distintas?.
Si bien al sonido se le otorgaba un “poder de curación” en estas formaciones, nunca estaba separado de la experiencia musical.
En el ambiente académico, todo lo referente al “poder del sonido”, era motivo de burla y pensar que el sonido tenía poder era tabú para los musicoterapeutas argentinos. A su vez, los referentes de la terapia de sonido o sonoterapia, por algún motivo tenían una necesidad de diferenciarse de la musicoterapia. Los musicoterapeutas también necesitaron diferenciarse y a veces taparse los ojos, en esa búsqueda de asociar a la musicoterapia con una disciplina científica, y no con una terapia alternativa. Desde mi perspectiva nunca fueron muy evidentes estas diferenciaciones. Hoy sabemos que el sonido puede generar efectos concretos y mensurables sobre las personas. Un ejemplo claro de esto es el uso de frecuencias graves en la terapia vibroacústica (TVA).
También se ha argumentado, como diferenciación, que la sonoterapia tiene en cuenta el desarrollo de una dimensión espiritual mientras que la musicoterapia sólo aborda la salud física, mental y emocional. Ahora yo me pregunto: ¿son las disciplinas o las personas que las ejercen quienes excluyen o integran la dimensión espiritual? ¿Uno puede tener un pensamiento científico y a la vez desarrollar una espiritualidad?. Esta diferenciación camina sobre una cuerda floja. Quienes argumenten esto pueden leer la definición de musicoterapia, formulada por la WFMT (Federación Mundial de Musicoterapia), donde se incluye a la espiritualidad como factor de desarrollo.
Aquí podríamos entrar en un interesante debate acerca de qué es la espiritualidad. No lo haré aquí, porque me desviaría de tu pregunta acerca de mis formaciones complementarias. La verdad que me hubiera encantado encontrar una escuela de sonoterapia coordinada por gente especialista en el tema, que lo haya estudiado a fondo, que lo haya desarrollado tanto a nivel teórico como práctico, que haya investigado, escrito, que tenga un pensamiento científico y a su vez contenidos profundos. Eso no existía y, como dijo un gran amigo, las buenas ideas vienen con cheque. Yo no podía quedarme esperando a que esta escuela baje del cielo. Fue entonces que decidí crearla.
¿Trabajas actualmente como Musicoterapeuta?, ¿Dónde?
En el año 2008, cuando terminé mi tesis, la mayoría de las ofertas de trabajo para musicoterapeutas eran en centros de salud mental, y me desempeñé como musicoterapeuta en estos lugares durante los primeros tres años de graduado. Trabajé con niños autistas, en poblaciones con depresión y psicosis, y también en ámbitos educativos. Aprendí muchísimo, pero además de no estar contento con mi salario, no era lo mío. Mi investigación estaba ligada a la integración de cuencos tibetanos en la TVA. Esto me apasionaba y le dedicaba muchas horas. Escribía, pensaba, relacionaba conceptos e ideas. En el año 2010 me jugué el lance y realicé una prueba piloto de curso de vibroacústica, en 8 encuentros. Pedí ayuda a María Andrea Farina, mi co-tutora de tesis, y convoqué a musicoterapeutas, mediante la Asociación Argentina de Musicoterapia. Fue un éxito. A partir de ese momento las cosas se me aclararon. Sentí que estaba haciendo lo correcto, y comencé a imaginar lo que hoy es el Centro de Musicoterapia Vibroacústica. Actualmente es una institución que se dedica a la investigación, a la docencia, y a la atención terapéutica.
Tiene sede central en la Ciudad de Buenos Aires y otra en la Ciudad de Córdoba, en la Argentina.
¿Podrías contarles a nuestros lectores en qué consiste la Musicoterapia Vibroacústica?
La Musicoterapia Vibroacústica (MTVA) es un desarrollo teórico y metodológico de la terapia vibroacústica (TVA). La TVA ha sido definida por Olav Skille como el uso de música y sonidos de baja frecuencia con propósitos terapéuticos. El primer musicoterapeuta en hablar de la TVA como un método de musicoterapia receptiva ha sido Tony Wigram. El procedimiento básico de esta intervención terapéutica consiste en recostar al consultante en una camilla o dispositivo que tiene integrados parlantes que emiten sonidos sinusoidales en un rango de frecuencias graves, de entre 30 y 120 Hz, combinados con música sedativa o ansiolítica. Estos sonidos son percibidos en el cuerpo como vibración, y hay más de 40 años de estudio acerca de los beneficios terapéuticos de la TVA.
Mi aporte específico en mi tesis de graduación ha sido el de comprobar que determinados cuencos tibetanos pueden cumplir perfectamente la función de los parlantes, al tener cualidades acústicas similares. A estos cuencos los he denominado cuencos vibroacústicos.
El nombre Musicoterapia Vibroacústica (MTVA) no lo he inventado yo. Pienso que es un resultado evidente de las investigaciones recopiladas por Tony Wigram. En el año 2008, en el Congreso Mundial de Musicoterapia en Argentina, conocí a Roger Carrer quien estaba también hablando de la MTVA.
Todos mis estudios posteriores a mi tesis, intercambios con colegas, experiencia con pacientes y grupos, me llevaron a la siguiente definición:
La MTVA es un método de musicoterapia, donde un musicoterapeuta facilita a un paciente o grupo, la entrada a estados de receptividad y de relajación profunda a través de experiencias musicales vibroacústicas, de baño sonoro y de diferentes formas de imaginería mental.
Cuando se trata de un abordaje individual, es un método de musicoterapia receptiva, pero el haber incluido cuencos como parte del setting vibroacústico, me ha permitido explorar modalidades grupales en MTVA, donde los consultantes también tocan.
En abordajes individuales, el procedimiento básico implica recostar al paciente en una camilla, donde percibe vibraciones acústicas. Estas son proyectadas en su cuerpo a través de diferentes recursos vibroacústicos: la camilla vibroacústica, la camilla de armónicos (mesa lira o monocordio) y/o cuencos vibroacústicos que están ubicados en contacto directo con el cuerpo de quien recibe el tratamiento.
Además de la percepción de vibraciones, el consultante es bañado o envuelto en sonidos, con cuencos que no son necesariamente vibroacústicos, gongs, campanas tubulares, tambores solares, pines, tambores oceánicos, kalimbas, entre otros. Es el terapeuta el que ejecuta en vivo estos instrumentos musicales. Esta experiencia puede ser acompañada por música sedativa o ansiolítica, que es previamente seleccionada.
Cuando hablamos de música sedativa o ansiolítica no nos referimos a un estilo en particular, sino a un conjunto de características principales de estas piezas, a saber: no tienen un pulso definido, ni alteraciones bruscas en la dinámica, el timbre, la intensidad, la armonía o la estructura rítmica. El clima sonoro que puede generarse en una improvisación con cuencos tibetanos, dependiendo de quien ejecuta por supuesto, tiene todos los elementos de la música ansiolítica.
¿Cómo es tu trabajo con la musicoterapia vibroacústica? ¿Cómo llevas a cabo tus sesiones?
Mi trabajo con la musicoterapia vibroacústica va a depender de varios factores. No es lo mismo un abordaje individual que grupal. Si la atención es individual el setting es distinto. Principalmente porque utilizo la camilla vibroacústica, además de cuencos, gongs y otros instrumentos, incluyendo mi propia voz.
Las sesiones están organizadas y sistematizadas en siete etapas. Seis de ellas están basadas en el trabajo de Wigram para la TVA, que son: preparación para la sesión; introducción del cliente al tratamiento; comienzo del tratamiento; monitoreo del tratamiento; finalización del tratamiento; trabajo de postratamiento.
En los orígenes de esta terapia, no se hablaba ni de receptividad ni de conciencia interoceptiva, y en muy pocas ocasiones hubo referencias a la imaginería mental. Tampoco se consideraba el baño sonoro como una técnica y especialmente no se tenía en cuenta el uso de cuencos sonoros como recurso vibroacústico, o de la camilla de armónicos. La integración de todos estos recursos, técnicas y conceptos es novedosa. Por este motivo he ampliado los procedimientos propuestos por Wigram y agregado una fase, denominada baño sonoro y experiencia vibroacústica. Estas siete fases son útiles a la hora de organizar el trabajo clínico, aunque es fundamental tener en cuenta que lo más importante es el vínculo con el paciente y no el método. Uno no intenta encajar al consultante en estas fases, sino que estas se adaptan a la población a la cual va dirigido el tratamiento.
Cuando un consultante viene a sesión, suceden varias cosas antes de que las frecuencias graves comiencen a ser percibidas. Uno como terapeuta genera las condiciones desde un inicio para que la persona pueda entrar en un estado de receptividad, que es uno de los principales motores del tratamiento. Algunos pacientes necesitan hablar, sacar para afuera algunas asociaciones mentales cotidianas antes de entrar en ese estado de consciencia.
Una vez que he logrado el clima adecuado, que he establecido una sintonía con el otro, que el paciente está recostado, con los ojos cerrados, doy inicio al baño sonoro y a la aplicación de vibraciones, a través de cuencos vibroacústicos o de los parlantes en la camilla. Los sonidos de baja frecuencia son introducidos de manera gradual, a no ser que la persona ya esté familiarizada con el tratamiento. Las variaciones de frecuencias, así como la música que las combina, las selecciono artesanalmente según mis objetivos clínicos y de acuerdo con la zona corporal donde voy a generar movimiento vibratorio.
Utilizo la camilla vibroacústica especialmente para rangos de frecuencias de entre 24 y 80 Hz, que son percibidas y experimentadas como una sensación vibratoria generalizada en todo el cuerpo. Son valores que un cuenco vibroacústico no siempre alcanza, cuyas vibraciones van a ser percibidas por los distintos tejidos, órganos, zonas musculares, huesos, por entrainment o resonancia simpática. Si bien los parlantes están fijos, cada frecuencia va a resonar por simpatía en alguna parte del cuerpo más que en otra.
¿Qué beneficios puede encontrar el usuario en la musicoterapia vibroacústica?
Si bien la TVA en sus orígenes ha sido aplicada principalmente en usuarios con alguna discapacidad, yo me he especializado en el trabajo con personas laboralmente activas de una sociedad moderna. Es gente que no necesariamente tiene una condición clínica en particular, sino que busca espacios novedosos para mejorar su calidad de vida. Muchos vienen de años de psicoanálisis, y en general se acercan porque necesitan “parar la cabeza”.
Cuando una persona entra en un estado de receptividad, por definición, está conectándose con sus sensaciones. Entrar en un estado de receptividad, es acceder a un estado de reposo cognitivo, ponerle un freno a la sobreestimulación a la que estamos acostumbrados, al pensamiento condicionado y al parloteo interno. Es un proceso de aprendizaje que consiste en percibir el mundo externo e interno, involucrando todos los receptores que tengamos disponibles. Es volver a lo básico y elemental: al sentir, sin intelectualizar ni analizar.
La MTVA facilita esto, al ser una experiencia positiva, de tranquilidad y relajación única, favorecida por un entorno sonoro en el que se involucran múltiples modalidades sensoriales: audición, tacto, contacto, temperatura, presión, palestesias, visión, olfato, entre otras. Todas estas modalidades conviven en una sesión de vibroacústica, y toda esta información, que es novedosa y positiva, llega a la corteza por múltiples vías. Las personas se sienten más presentes y enteras luego de una sesión.
Con el tiempo comienzan a apropiarse de un sentido de registro de las sensaciones en el cuerpo, cuyo término técnico es conciencia interoceptiva. Hay movimientos reales de vaivén de las partículas que conforman un medio (por ejemplo vísceras, tejidos, grupos musculares, huesos y sangre) que es excitado por los sonidos graves, que ayuda a la persona a establecer este registro corporal. Esto no es poca cosa. Hay estudios científicos que demuestran que el desarrollo de esta consciencia interoceptiva facilita procesos de regulación emocional. Es por ello que los usuarios de vibroacústica se vuelven más serenos y menos reactivos. Las emociones no desaparecen, lo que disminuye es el emocionalismo. Las emociones comienzan a ser percibidas como fluctuaciones en las sensaciones del estado corporal, mas que estados mentales afectivos.
Algunos mecanismos de la mente son literalmente hipnotizados con el sonido batiente de cuencos tibetanos, gongs, campanas, mientras que la vibración de ondas sonoras de baja frecuencia sumerge a la persona en un estado de relajación profunda. Esta experiencia, que es novedosa, entre otras cosas nos muestra que podemos funcionar de otra manera y nos da un inmenso regalo: la posibilidad de sentirnos cómodos con el silencio.
Entonces otro gran beneficio de realizar un proceso terapéutico sostenido en el tiempo de MTVA, es que uno empieza a vivir de forma menos dramática y más desapegada, aquellas situaciones emocionales que podían haber sido potencialmente perturbadoras. Esto influye sustancialmente en la toma de decisiones. Lo que haga y decida ya no va a estar tan teñido de mis impulsos emocionales y condicionamientos. De este modo puedo elegir.
¿Qué sensaciones se producen en ti a la hora de realizar tu trabajo?
A simple vista parecería no existir una interacción entre el musicoterapeuta y el consultante, al estar este último recostado y con ojos cerrados. A pesar de ello es posible establecer una comunicación muy profunda con el otro, no verbal, que pareciera trascender los límites del tiempo y el espacio. Esto lo experimento con mucha frecuencia, pero únicamente cuando yo mismo estoy en un estado de receptividad. Por ello no doy más de tres sesiones en un día. Necesito estar presente, disponible, con todas mis tuercas ajustadas. Si yo no estoy equilibrado, no puedo ayudar a nadie. Si estoy en piloto automático, esto se refleja en la vivencia del otro.
Trabajar con estados de relajación profunda requiere de mucha consciencia interna, auto-observación y serenidad. A veces uno se entusiasma con los sonidos y las vibraciones y es allí donde más se hacen evidentes las proyecciones del terapeuta. Como forma divertida de nombrar este aspecto tan común del musicoterapeuta vibroacústico, el término que encontré es el yo cuenco. Cuando en una sesión es el yo cuenco el que toma las riendas, desaparece la sintonía y esa comunicación tan evidente con el otro.
Por el contrario, cuando está esa comunicación sintónica, suelen aparecer indicios de un tipo de pensamiento diferente, inspirado, que el otro devuelve, a veces, como comunicación telepática. No es nada mágico ni novedoso, ni tampoco algo para hacer alarde. Todos podemos experimentar cuando estamos serenos estos breves destellos de una percepción más completa. El problema aparece cuando queremos forzar estas percepciones, o utilizarlas deliberadamente, por ejemplo en un contexto de terapia. Esto es muy frecuente en el campo de la sanación con sonido. En algunas formaciones de sonoterapia se alienta este tipo de actividad mental, que puede ser peligrosa si no es utilizada correctamente, porque puede magnificar el sentimiento omnipotente del terapeuta y además, una de las posibles consecuencias del forzar percepciones es la locura. Los sufíes han observado este fenómeno durante siglos. Tener destellos de percepción no significa estar mental o psicológicamente preparado para utilizarlos. Al ego le encanta sentirse importante y superior, y hace todo lo que está a su alcance para lograr sus objetivos egoicos. Es muy habilidoso y puede camuflarse hasta bajo la forma de un ser espiritual, un sanador o un chamán. De esto hablo con más detalle en el capítulo sobre escucha de mi libro “Escuchar el Silencio – Musicoterapia Vibroacústica”.
¿Cuál es tu función dentro de tu puesto de trabajo? ¿Trabajas en el sector público o privado?
Trabajo principalmente en forma privada. Mi consultorio está en la sede de Buenos Aires. Actualmente están comenzando a aparecer propuestas de trabajo en empresas, ONG y tengo el proyecto de armar equipos de trabajo con musicoterapeutas que se hayan formado en MTVA para brindar talleres en distintos contextos, como escuelas, centros de salud, prisiones, entre otros.
¿Qué otros profesionales hay en el equipo?
Actualmente en el Centro de Musicoterapia Vibroacústica somos dos musicoterapeutas que realizamos atenciones individuales además de brindar talleres. Este año se integra otra colega que va a dar actividades grupales de vibroacústica y creatividad. También se están incorporando estudiantes en instancia de tesis que han hecho el seminario de MTVA en la Universidad de Buenos Aires. Algunos de ellos han elegido temas de tesis relacionados con la MTVA.
La única persona que no es musicoterapeuta o estudiante de musicoterapia, que integra el equipo, es María Andrea Farina, quien se ocupa específicamente de dar acústica en las capacitaciones y con quien hemos publicado ya varios artículos académicos.
¿Cómo se llevaría a cabo un abordaje grupal dentro de la Musicoterapia Vibroacústica?
Cuando trabajo en forma grupal, en los talleres de vibroacústica, utilizo un dispositivo que llamo el mandala sonoro o vibroacústico. Es un diseño espacial que cumple la función de marco sostenedor para la experiencia vibroacústica y de baño sonoro en un contexto de grupo. Si uno observa desde afuera, parecen viajes sonoros, o como lo llaman en Argentina, armonizaciones. La característica principal del mandala sonoro o vibroacústico es que no hay una persona que toca y el resto recibe, sino que hay varias personas que tocan y varias que reciben. Es un abordaje combinado de musicoterapia receptiva y musicoterapia de improvisación, donde se trabaja especialmente sobre la escucha, la observación y el registro de uno mismo y del otro, en la música.
Un aspecto interesante es que se asignan roles. El grupo, o algún integrante del mismo, que llamo el diseñador, “dibuja” los espacios donde se van a recostar las personas que van a “recibir” el baño sonoro. Son los receptores. El dibujo más frecuente es el de la flor o la estrella. Cada receptor es un pétalo de la flor y generalmente todos tienen o los pies o las cabezas hacia el centro. En el círculo central se ubica un cuenco tibetano. Luego se ubican los pilares, que son aquellos integrantes que van a sostener la experiencia con sonidos graves. Estos están sentados en el piso, y tocan principalmente cuencos vibroacústicos. Pueden haber entre uno y ocho pilares, dependiendo de la cantidad de personas que integran el grupo, y se los ubica entre los pétalos de la flor, en forma simétrica. Cumplen una función similar a los parlantes en la camilla vibroacústica. En general, los pisos de madera y que tienen cámara de aire favorecen la propagación de los sonidos graves de los cuencos y son los mejores tipos de piso para un abordaje grupal de MTVA.
Finalmente están los centinelas que, como su nombre lo indica, caminan entre los pétalos. Tocan cuencos de cualquier tipo, campanas tubulares, gongs, tinghas, koshi, entre otros instrumentos.
En el sonido grupal todo se pone en evidencia: las manifestaciones del ego, los miedos, la falta de confianza, la búsqueda de atención y aprobación, la acción sin límites. Pero también la cohesión y la armonía grupal, la presencia, el compañerismo, el respeto, la escucha, la inacción positiva, entre otras cualidades que se van desarrollando con el crecimiento grupal. Los musicoterapeutas tenemos muchas herramientas para trabajar estos aspectos. Hay muchísimo material escrito.
¿Compones tu música con el/los usuarios?
En los abordajes grupales, no se realiza una composición musical, es improvisación pura.
Te voy a contar algo que me han preguntado en varias ocasiones personas que asistieron a conciertos de la Orquesta Armónica de Buenos Aires. Esta orquesta es un grupo que se formó con estudiantes que realizaron el taller de vibroacústica durante un año entero. Ellos han experimentado el mandala sonoro durante nueve meses consecutivos, casi sin faltar a un solo encuentro. En un momento dado era tal la belleza que emanaba de las sonorizaciones de este grupo, que hemos decidido compartirlas con otras personas, bajo la forma de conciertos, donde el público cumple el rol de receptor, es decir, se acuesta en el piso manteniendo ojos cerrados.
La pregunta recurrente que me han hecho es si nos basamos en alguna partitura, y la respuesta es no. Es tal el nivel de escucha que los integrantes de la Orquesta Armónica han desarrollado, que cada concierto pareciera ser minuciosamente dirigido por alguien, aunque el único director real es ese vínculo humano producto del trabajo.
¿Cual es tu linea u orientación de trabajo?
La MTVA es un campo novedoso y se nutre de muchas disciplinas, principalmente de la psicoacústica y la neuropsicología. Pienso que hay muchísimo para explorar, y no sólo desde la musicoterapia. Yo apunto hacia la transdisciplina. Es en el intercambio constante con otros profesionales que se enriquece y desarrolla el conocimiento.
¿Cómo ves la situación actual de la musicoterapia en Argentina?
Es un muy buen momento para la disciplina. Está por ser aprobada la ley nacional de ejercicio profesional de la musicoterapia y es un gran paso. Hay colegas que le están poniendo el cuerpo a esto y realmente lo hacen muy bien.
Si bien las instituciones no pagan buenos sueldos, la gran mayoría de los musicoterapeutas están con mucho trabajo. A su vez, la sociedad reconoce cada vez más los beneficios que la música y el sonido aportan en los procesos vinculados con la salud.
¿Qué le dirías a las personas que piensan en la musicoterapia como salida laboral en estos tiempos de crisis en los que nos movemos?
Les diría que si piensan formarse, que se esfuercen en llegar hasta el final. Les diría que no se frustren si no están de acuerdo con determinados docentes, o líneas de pensamiento. Si ven algo que está en falta, en lugar de criticar o permanecer en una actitud de queja, que se esmeren en dar existencia a aquello que no existía.
Les diría también que confíen. Además de ser una disciplina hermosa, el campo laboral es inmenso.
¿Qué opinas de la labor de difusión que ofrecemos desde el portal de lamusicoterapia.com? ¿Tienes alguna sugerencia de mejora para implementar? Alguna idea que creas que puede ser de utilidad para la sociedad.
Pienso que suma muchísimo y además me gusta leerlos. Coincido con Cecilia Barrios acerca de la importancia del marketing como forma de difundir la disciplina. A muchos musicoterapeutas no les gusta la idea de presentar a su profesión desde parámetros empresariales, aunque para llegar a más gente en el mundo actual, todos los recursos son válidos.
¿Perteneces a alguna Asociación de musicoterapia profesional? ¿ Te sientes representado por alguna institución que trabaje activamente en la mejora nuestra especialización?
Si, soy socio de la Asociación Argentina de Musicoterapia (ASAM). Rara vez se ven espacios como éste, donde las cosas se realizan con tanto amor y dedicación. Es el primer lugar a donde ir si uno quiere emprender una investigación relacionada con la disciplina. Allí se encuentra la biblioteca más completa de musicoterapia en toda Latinoamérica.
Te damos las gracias por colaborar con nosotros y te felicitamos por tu grandísima labor y tus muchos aportes al mundo de la musicoterapia.