¡Un año más con la música a otra parte!
Un año más y nuestra edición número 11 del intensivo de musicoterapia en Barcelona ha pasado. Es increíble ver como en tan poco tiempo, (siete días), se puede vivir con tanta intensidad y creatividad.
Y es que la combinación de la música y la palabra que acompaña, es una unión que realmente transforma.
A medida que pasan los años cuestiono constantemente mi trabajo; que es lo que hago, para que lo hago, si sirve para algo o para alguien, y lo que es más aún, si realmente es un curso formativo o si es un entrenamiento para aprender a vivir mejor siendo versiones mejoradas de nosotros mismos, dejándonos en paz y dejando en paz de una vez por todas a los demás.
Y es que es un curso que a través de la vivencia y el entrenamiento se convierte en terapia, en un proceso que incluso continúa después…
Trato de separar y ordenar estos puntos; y si bien los tengo claro en mi cabeza a nivel conceptual, no puedo separarlos porque sencillamente están unidos. Y es que tomo consciencia cada vez más amplia, de que trabajar terapéuticamente con el arte, el movimiento y el uso de la música en sus más diversas facetas, es algo serio.
Y a pesar de que trabajamos desde el juego; es tan serio, justamente porque toda la creación e interacción que movilizo como facilitadora; sale de seres humanos y se dirige a otros seres humanos, y así es como nos relacionamos. Yo, soy un mero instrumento intermediario que favorece, facilita, a veces confronta y frustra para que nazcan después de tantas máscaras, los seres musicales y las voces que verdaderamente quieren salir.
Los profesores también somos atravesados
Es un trabajo profundo y no sólo para los alumn@s que participan en los grupos, sino para mi, y el resto de profesores. Nosotros también somos atravesados por las emociones que nacen, que se mueven y eso evidentemente nos modifica y nos insta a seguir creciendo. Y es que no es otra cosa que el camino de la vida. De tomarla o dejarla, de respirar, crecer y responsabilizarte de ti mismo y de tus acciones, o seguir culpando a los demás por lo que nos pasa o deja de pasar.
Me fascina ver como llegan el primer día de clases y como se van...
La música, que se pone al servicio del trabajo personal, sirve de catalizador, conductor, intermediario y canal para sacar de dentro hacia afuera aquello que está dormido, callado, odiado, olvidado, repudiado, negado, censurado, etc. En fin, para movilizar toda la energía acumulada que no nos atrevemos a sentir y mirar de frente para abrazar, perdonar, resolver y transformar.
Lo entiendo, porque esto duele. Pero a día de hoy, he aprendido que es mejor sentir aquello que duele hasta dejarlo ir, a sostener eternamente el dolor de ver como nos seguimos aferrando a ideas viejas, de otros, creencias rígidas que ya no pueden ni sostenerse. Y es que ya no es tiempo de seguir viviendo a base de reflejos que nos quedan de todo aquello que engullimos y no masticamos alguna vez. Esto sí, es crearnos sufrimiento. ¿Hasta cuándo?
Ya son espacios sagrados...
Si, reafirmo que estos espacios se tornan únicos, a los cuales llegan sólo aquellos que tienen que llegar para compartir, construir y generar aprendizajes para todos y cada uno de los integrantes que hacemos ese grupo en ese momento. La música que allí se crea, los momentos de creación, de canciones compartidas, las risas y también los llantos son sólo de quienes allí lo hicimos posible. Y es que no hay más… no hay recetas, no hay más que entrega y corazón. Y que mejor creación musical que la que nace del alma. Tampoco hay fotos ni vídeos que expliquen o muestren lo que allí vivimos.
Gracias a la vida, a mis ovarios y a quienes me ayudan día a día para que estos espacios se hagan posible y a su vez sean cada vez más sagrados. Gracias a los valientes que se animan a avanzar a pesar del miedo.
Hasta la próxima! ;)
Cecilia