Musicoterapia en Palma de Mallorca
Acabo de aterrizar nuevamente en Valencia, después de un fin de semana de musicoterapia en Palma de Mallorca.
En realidad ha sido un sólo día de trabajo, pero como casi siempre ocurre en un proceso de aprendizaje, aquello que se siembra continúa su evolución y pueden pasar días, semanas, meses y el tiempo que le lleve a cada persona, asimilar e integrar lo trabajado, ya que cada uno tiene su propio ritmo y modo de aprender.
En esta oportunidad, no fui yo quien dió el taller, sino la Dra. Maria Montserrat Gimeno, y yo tuve la suerte de recibir sus cálidos y sólidos conocimientos, en un taller vivencial de Imagen Guiada con Música, que duró poco más de 8 hs de trabajo práctico.
El lugar donde desarrollamos la actividad, sinceramente una maravilla. Las vistas, el espacio abierto, el cielo, las nubes, la naturaleza, los colores, la inmensidad en definitiva; fueron la compañía perfecta para adentrarnos en un trabajo personal que, con el soporte del grupo, nos llevó gradualmente a rincones muy propios e íntimos.
La unión de la música con el dibujo, en este caso un mandala, es una fórmula muy interesante por el hecho de que la música nos lleva a lugares y paisajes insospechados, y el dibujo lo deja plasmado como evidencia rotunda, sin la mínima posibilidad a hacernos trampa, borrar o cambiar la historia. Sin entrar en interpretaciones, ni análisis en sí del dibujo, trazos, formas, espacios, etc, propios de otras profesiones, este método muestra a la persona su propia cosecha y mediante la indagación sutil y respetuosa de quien guía, se acompaña al usuario, cliente o paciente, a encontrar sentido al mensaje que viene desde su mismo inconsciente.
En mi caso… he quedado atónita… “Creo que tengo serios problemas de proporciones, sentido de la ubicación, orientación y tamaños, entre otros”… O quizás simplemente todo sea más fácil y sencillamente existan otros mundos y otras formas de ver, vivir y dibujar la vida 🙂
Y como dice mi querida Amiga Cuni Massa…
“Cuando mirás lo que yo miro, miramos lo mismo, pero vemos distinto”
Luego de mi momento de confusión y de observar las desproporciones de mi dibujo, con un sol que sale de donde no tiene que salir, de un arco iris que al final es un tornado, de un barco verde y marrón más pequeño que un feto sin ojos ni rostro, pero con manos y corazón…
Pienso, ordeno y escribo:
Queridos reyes magos, padres, madres, adultos y quien quiera leer:
Deseo con toda mi alma, libertad y amor para los niños y niñas del mundo.
Que mi misión aquí en esta vida, contribuya a que los adultos con los que trabajo, descubran en la música el valor del sonido y del silencio. Ese silencio que cuando se aprende a escuchar y se le pierde el miedo, nos trae paz, caricias y nos predispone a entregarnos a una escucha diferente.
Una escucha que nos permite despertar y dar permiso a la creatividad, estableciendo un contacto amoroso y diferente con nuestro propio cuerpo, con otras personas; y por qué no, con otros mundos.
Es mi deseo también, que los adultos recuperemos los beneficios que nos trae el juego y la diversión bien entendida, no sólo dentro de los sistemas educativos y para los niños, sino también para el crecimiento personal de cada adulto. Sigo incansablemente viendo tristeza, desgano, rabia, dolor y cansancio acumulado a mis alrededores. Pareciera que el hacernos grandes, impide recordar, escuchar y atender al niño o niña que fuimos.
Pero también veo que si existe la intención, el encuadre apropiado y un dinamizador dedicado y especializado, todas esas emociones se pueden atender, cuidar y aceptar con el simple acto de hacer música juntos, no como hecho aislado y en tono de diversión, sino como proceso en el tiempo y con objetivos claros de crecer y transformar aquello con lo que venimos.
Estoy segura de que estos procesos atraviesan sutilmente corazas y barreras antiguas, que ya están caducas y en muchos casos, son más un obstáculo que una ayuda.
El tomar conciencia de nuestros mecanismos, nos hace adultos y padres más responsables en nuestro desarrollo y en el de los niños. De hecho, si nos ocupamos de nuestras propias cuestiones, dejamos a los niños en paz, dando así el espacio que ellos necesitan para crecer en libertad, para que el día de mañana sean ellos mismos; lo que deseen ser y hacer.
Deseo que la música llegue a nuestras vidas ablandando capas para que surjan lágrimas y aprendamos el valor de “aprender a llorar”, reconociendo en cada momento las emociones que hay detrás y así abrazarlas, curarlas y avanzar.
Sólo así enseñaremos a los niños que llorar no está mal, que aguantar y tragar a lo largo de la vida, al final nos enferma. Y si al mismo tiempo trabajamos en grupo, podremos reflejar y reflejarnos en los otros, viendo que somos simples y humanos. Que otros, también lloran, ríen y padecen los males del mundo.
Quizás así, ampliemos nuestra mirada y empecemos a cooperar, dejando atrás poco a poco el competir y comparar para ser mejores que otros.
Eso nos elevará como especie.
¡Hasta el próximo dibujo!
Cecilia Barrios
Musicoterapeuta