Para Niños con TEA
De Notas a Palabras: La Musicoterapia como Puente para la Comunicación en Niños con Autismo.
Comunicar es mucho más que hablar. Para los niños y niñas dentro del espectro autista, expresar pensamientos, emociones o necesidades puede ser un reto inmenso; la comunicación puede surgir de un gesto, una mirada… o una melodía. Con los elementos de la música se abre una ventana para compartir y para que surja el deseo de estar con otras personas. Mi experiencia con M, un niño con autismo, me ha enseñado a esperar y respetar. Al fin y al cabo él quería que lo escucharan, que lo vieran más allá de un “niño problema” (Benenzon). ¿Qué pasaría si la música se convirtiera en su idioma? La musicoterapia hace posible que un niño que antes se mostraba como un tirano, ahora diga mi nombre cuando pasa delante del local donde ofrezco mi servicio.
¿Por qué la música llega tan lejos?
Antes de hablar de métodos, hablemos de magia y ciencia. La música activa redes cerebrales que trascienden el lenguaje verbal; conecta hemisferios, despierta emociones, y sobre todo, invita a la interacción sin presiones. Muchos niños con autismo encuentran en la música una vía natural y libre de juicios para participar, explorar y encontrar su voz. Para llegar a ello hay que ofrecer tiempo, disponibilidad emocional y apertura para acoger todo lo que el niño manifiesta. Quizás un día el niño viene a la sesión molesto o cansado, son estos momentos que forjan vínculo. Para mostrar mi interés pregunto “¿cómo estás, qué te pasa?” y aumento lo que percibo en el otro, cantando sobre su sentimiento y arrullandolo, personalizando la respuesta al dolor del otro para transmitir aceptación. Acompañar al otro quiere decir acoger todo su ser y esto comprende el malestar que pueda sentir, ahí es cuando la terapia con música cobra todo su sentido: transformar un estado anímico negativo en uno positivo es la mejor manera de establecer la confianza.
El canto: una escalera hacia la articulación y la prosodia.
El canto es una puerta abierta: las canciones ofrecen repetición rítmica, patrones predecibles y melodías que facilitan la imitación y la producción del habla. Repetir estribillos pegadizos, entonar saludos o inventar letras en una canción personalizada juntos son ejercicios enormemente valiosos.
Articulación: El canto ralentiza el habla, facilitando a los niños pronunciar sonidos complejos y experimentar con nuevas combinaciones silábicas.
Prosodia: Las canciones trabajan la entonación, el volumen y el ritmo, aspectos esenciales que suelen estar alterados en el habla de niños autistas. Jugamos con la voz, imito sus sonidos y los magnifico con entonaciones diferentes para potenciar la expresión, que no sólo se produce cuando decimos palabras. M era cerrado, pisaba los instrumentos cuando caminaba por el aula, no me dejaba ni cantar. Un día vino a terapia enojado y dijo la palabra “monstruo”, yo me convertí en un monstruo amigable con una voz fuerte y grave, ocurrió que M. empezó reir cada vez que hacía esa voz y desde ese estado pudimos trabajar y conectar. Con D también hay muchas carcajadas espontáneas; dos años y medio después del primer contacto con un niño sin expresión en el rostro no puedo contar cuántas veces hemos acabado por el suelo llorando de risa, esto para mí no tiene precio.
La confianza que nace de la musicoterapia y fortalece el vínculo permite que el niño cante en un entorno seguro porque pueden exploran sus capacidades sin temor al error.
Improvisación musical: espacio para la intención comunicativa.
Imagina dos tambores dialogando o un piano respondiendo a unas maracas. La improvisación musical es un juego libre donde el niño prueba, se sorprende y se anticipa. El juego con instrumentos permite que el deseo de comunicar se haga fuerte y que la conversación musical sea tan gratificante.
Expresión no verbal: El niño puede «decir» si algo le gusta respondiendo con una nota fuerte, o mostrar desagrado dejando de tocar. También me gusta tocar y parar, poner mi mano en el aire y preguntar “¿más?” para que el niño me responda con una palmada o una mirada. Así sé si está atento, si le gusta lo que hago.
Turnos y alternancia: La improvisación entrena la espera, la reacción y la gestión de la ansiedad ante lo inesperado, claves en la comunicación social. Si yo toco flojo y él fuerte denota una frecuencia distinta, si yo sigo la suya él me seguirá a mi, sin necesidad de decir palabras. Ésto no es magia, es musicoterapia.
Creatividad: Aquí no hay error; cualquier sonido es válido siempre que sea una respuesta auténtica. La autenticidad es libertad para ser uno mismo, el autoconocimiento es una buena base para la autorregulación. En este ambiente se refuerza la intención e iniciativa comunicativa. M y D han aprendido que la música les permite calmarse, que pueden hacer muchas cosas con ella y que les hacen sentir mejor: es un medio seguro para descubrirse a uno mismo.
Instrumentos musicales: herramientas para el diálogo.

No todos los niños con autismo se sienten preparados para hablar, pero casi todos pueden disfrutar de un instrumento.
Percusión: Favorece la atención conjunta, siguiendo el ritmo del terapeuta o liderando con su propio ritmo, simulando la dinámica de una charla. Los instrumentos de percusión son ideales para hacer estas dinámicas porque siempre suenan bien, son asertivos.
Instrumentos melódicos: Como el xilófono, invitan a turnarse creando melodías, imitando secuencias y compartiendo emociones sin palabras. Con las campanas de colores también se puede jugar con la escala musical para provocar la interacción: toco y canto la escala de Do varias veces hasta que “olvido” decir la última nota, dejando un silencio,cuando el niño canta esta nota me muestro entusiasmada, ha aceptado mi invitación a la comunicación.
Movilización del cuerpo y motricidad fina: Manipular instrumentos activa áreas cerebrales vinculadas al habla y la motricidad, reforzando las bases fisiológicas de la comunicación. He podido observar como el uso de las baquetas sobre tambores flexibiliza la muñeca de manera natural y no intrusiva.
El lazo emocional: la clave de la musicoterapia.
Por encima de todo avance, la música crea vínculo porque acompaña al niño, lo envuelve suavemente y le invita a confiar. En este espacio, surge la comunicación más valiosa: la que nace del deseo genuino de ser comprendido.
¿Y por qué funciona tan bien para todas las personas? Al fin y al cabo, la música ha estado con los humanos desde la noche de los tiempos. Si esta parte de la cultura no fuera valiosa para la vida, seguramente hoy en día no existiría. En este espacio, surge la comunicación más valiosa: la que nace del deseo genuino de ser comprendido.
Conclusión:
La musicoterapia no busca imponer palabras donde aún no están listas para surgir, sino ofrecer caminos alternativos y seguros para que la comunicación —verbal y no verbal— florezca.
A través del canto, la improvisación y los instrumentos, los niños con autismo descubren su propia voz, tejida entre notas y silencios, y desde allí, poco a poco, se animan a cruzar el puente de la comunicación.
¿Te gustaría saber cómo implementar estos recursos en casa o en el aula? Agenda tu cita y déjate sorprender por el poder de la música.